La Unidad Educativa Fiscomisional Marista de Catacocha, es una institución fiscomisional de educación formal orientada por los principios de la pedagogía Marista, heredada de nuestro fundador San Marcelino Champagnat, ofrece una educación evangelizadora que construya una sociedad más justa y que responda a las necesidades y problemáticas del contexto histórico y sociocultural, promueve el desarrollo humano integral a través de procesos pedagógicos caracterizados por la creación de un ambiente de familia, sencillo y participativo, la formación en valores y la formación académica, con el fin de brindar un servicio de calidad a la niñez y juventud menos favorecida.
Nuestra Visión
Nuestra institución educativa se proyecta hacia el año 2023, a integrar, acompañar, promover y evaluar el proceso de maduración humana de cada estudiante en todo el contexto educativo e insertar en la labor docente la inclusión, la práctica y vivencia de los valores evangélicos, excelencia educativa, convivencia fraterna y el mejoramiento de gestión educativa con una propuesta curricular innovadora. Aprovechar el uso adecuado de las nuevas tecnologías de la información y comunicación como una herramienta elemental y soporte didáctico en el aula, que promueva la investigación, participación activa e interdisciplinar en el desarrollo de destrezas y competencias inherente a los estándares educativos.
Valores INSTITUCIONALES
Nuestra visión tradicional del mundo fundamentada en la tradición oral religiosa se está demostrando inevitablemente. Por ello no es sensato querer recuperar el mundo de valores tradicionales, sino recrearlos, desde el evangelio y desde mundo actual, desde la vivencia y la convivencia.
Desde las perspectivas del evangelio, todo valor aparece como una expresión específica del amor, que se adecua a las diversas situaciones humanas relacionales. Promover los valores es humanizar y humanizar es la tarea misma de la educación. Nuestra institución consciente de la responsabilidad social que tiene, asume, junto con las teorías psicopedagógicas actuales la formación del pensamiento en la práctica de valores como uno de los ejes más importantes del proceso educativo.
Los valores constituyen un elemento central de la educación para la vida, desde esta óptica consideramos los siguientes:
Estamos atentos a lo que le sucede al prójimo y nos comprometemos para ayudarle en la medida de nuestras posibilidades. Defendemos los derechos de los demás y al tomar decisiones estamos atentos a las necesidades y las circunstancias de las personas. Compartimos nuestros bienes, tiempo, conocimientos y cualidades sin esperar recompensa.
Este valor expresa uno de los rasgos propios de la educación de inspiración marista. Se funda en la convicción de que la confianza surge del conocimiento mutuo entre las personas.
Son exigencias de este valor el desarrollo de la capacidad de escuchar, el esfuerzo por conocer en profundidad la singularidad del otro y la disposición de tiempo para relacionarse con calidez y espontaneidad. Implica conocer la cultura del alumno y acompañarlo en las diversas facetas de su vida: el estudio, el tiempo libre, el deporte, la cultura y los grupos de pertenencia. Implica además un estilo de atención prudente, firme y exigente.
Este valor es un rasgo identificador que motiva e inspira las actitudes y labores formativas de nuestra institución. María es expresión de amor a Dios y a la vida, es modelo de mujer, esposa y madre. Su persona encarna la fidelidad, la entrega generosa, el cuidado por cada uno, la confianza y la sencillez. En el diario vivir de la Unidad educativa Marista se hace referencia permanente a su persona, a fin de imitar su actitud maternal, su paciencia y su respeto por el ritmo de crecimiento de cada uno. Se tiene presente a María en la oración, en la liturgia, en los espacios físicos y en todas las actividades que se desarrollan.
A la luz de este valor se reconocen y promueven diversas instancias de animación y participación que ofrece nuestra institución. Cada persona es invitada a formar parte de la obra educativa marista y a aportar con generosidad los dones y talentos que dispone. Ello supone que cada uno reconoce el ámbito propio de sus atribuciones y se compromete de manera activa y responsable en su desempeño. En el ejercicio de las labores que son encomendadas, cada uno promueve la búsqueda del bien común, armonizando las necesidades e intereses personales e institucionales.
Hacemos nuestro el pensamiento de Marcelino Champagnat “para educar a los niños hay que amarlos y amarlos a todos por igual” Educamos a niños y jóvenes bajo esta concepción del amor que implica reconocer y aceptar al educando tal cual es y no como nos gustaría que fuera, porque sólo conociendo y aceptando sus valores y sus defectos, sus aptitudes y sus carencias propenderemos a potenciar y desarrollar los primeros y a corregir y a enderezar los segundos.
Inherente a este valor están el respeto y responsabilidad valores que sustentan las relaciones humanas con dignidad y profundidad.
En nuestra institución la inclusión es un enfoque que responde positivamente a la diversidad de las personas y a las diferencias individuales, entendiendo que la diversidad no es un problema, sino una oportunidad para el enriquecimiento del proceso enseñanza- aprendizaje y por ende de la vida escolar, coadyuvando así a la construcción de una sociedad con igualdad de derechos, dignidad y deberes básicos en las interrelaciones personales.
Concebimos la justicia como exigencia de la dignidad e igualdad de todas las personas. Valorando equitativamente el trabajo de los alumnos de acuerdo con su realidad, esfuerzo personal, etc., desterrando discriminaciones o privilegios. Provocando la reflexión crítica sobre la realidad de la injusticia en la sociedad, para que nadie sea manipulado ni cómplice por la indiferencia o el silencio.
Promovemos la equidad como valor primordial en las relaciones interpersonales, pues nos permite trazar acciones dirigidas a aumentar y fortalecer la igualdad entre los seres humanos para construir sociedades justas. Esto supone que más allá de cualquier diferencia racial, sexual, cultural, psicológica, generacional o de cualquier otro tipo, todas las personas tenemos en común el hecho de ser humanos, razón por la cual nadie es más humano que otro, ni tiene más derecho que otro a vivir humanamente.
Ser sencillo implica ser y manifestarse tal cual uno es, auténtico, sin doblez. Animamos a nuestros estudiantes para que adopten la sencillez como un valor para sus propias vidas, animándoles a ser ellos mismos en cada situación, a ser abiertos y sinceros, y fuertes en sus convicciones, cargados de un dinamismo espontáneo y generoso que invita a lanzarse, entregarse y colaborar. A la SENCILLEZ añadimos HUMILDAD Y MODESTIA componiendo así el símbolo de las tres violetas de la tradición marista: Dejando que Dios actúe a través de nosotros y “haciendo el bien sin ruido”.
Este valor es un aspecto distintivo del carisma educativo marista y son expresión de ello el cumplimiento del deber, la responsabilidad, la laboriosidad, la constancia y el sentido práctico. Desde esta comprensión del valor adquiere dignidad, sentido y profundidad el esfuerzo que pone el hombre en la realización de sus tareas así como la postergación de la gratificación inmediata. Este valor da sentido a la adquisición de métodos y hábitos de trabajo, la valoración del tiempo y el empleo de los bienes y recursos disponibles.
Nuestro espíritu de familia encuentra su modelo en el hogar de Nazaret. El gran deseo y la herencia del Padre Champagnat es que nos relacionemos los unos con los otros como miembros de una familia que se ama. Todos han de sentir que están en casa cuando vienen a nosotros. En la institución debe prevalecer el espíritu de acogida, aceptación y pertenencia, de manera que todos se sientan valorados y apreciados, cualquiera que sea su función o posición social.
Este valor lleva inherente que educadores y alumnos interactuemos como personas respetuosas de la libertad de los demás, creando un clima de diálogo que favorezca la libre expresión, pensando por sí mismos y actuando por propia convicción, relacionándose en una sana convivencia.
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PRINCIPIOS
Nuestro fundamento es la vivencia de los valores cristianos, siendo éste uno de los ejes principales de nuestro proceso educativo. Tenemos a Jesús como centro de nuestras vidas y vocación, sintiéndonos inspirados por la misión de Marcelino Champagnat: «Dar a conocer a Jesucristo y hacerlo amar», «Para educar bien a los niños hay que amarlos y amarlos a todos por igual».
Orientamos el corazón de la niñez y juventud a María, discípula perfecta de Cristo, y la hacemos conocer y amar, como camino que lleva a Jesús.
El ser Marista implica hacer un servicio de Evangelización, educando a los niños y jóvenes, en especial a los más necesitados. Evangelizamos educando y educamos evangelizando.
Ofrecemos una educación religiosa estructurada y coherente. Iniciamos a los jóvenes en la vida sacramental y les ayudamos a insertarse en una comunidad eclesial, cimentada en Jesucristo, que es profética (anuncia y denuncia), santuario y comunidad fraterna.
Nuestros destinatarios son el centro de interés en todo lo que concierne a la vida de las obras maristas. Les ayudamos a adquirir conocimientos, a desarrollar sus capacidades y crecer en valores a través del descubrimiento de la naturaleza, de los demás, de sí mismos y de Dios.
Siguiendo a Marcelino, animamos a los jóvenes a esforzarse por ser siempre mejores. Ellos han de ver que confiamos en su capacidad para avanzar y alcanzar metas. Al llevar adelante nuestra labor educativa, prestamos especial atención a los más débiles y vulnerables.
Formamos buenos cristianos y virtuosos ciudadanos, que se traduce hoy en hombres y mujeres que luchan por la justicia, por la defensa y el respeto de la vida, la libertad, que cultivan la paz, promueven una sociedad solidaria. Por ese motivo, educar con sentido marista es preparar para la vida. No grandes teorías, sino sentido práctico y creativo.
Consideramos a la persona como un ser trascendente que se realiza plenamente en el seguimiento de Jesús, que llama a todos al amor, a la santidad y a la plenitud de la vida.
Creemos que la familia es la primera educadora de los hijos, a la que acompañamos, ofreciéndole medios y oportunidades, para que asuma su misión formativa de armonizar fe, cultura y vida.
PERFIL DEL EDUCADOR MARISTA
El educador marista es una persona equilibrada, responsable, crítica, creativa, dinámica, constante, comprensiva y alegre. Está capacitada para trabajar en equipo y sabe armonizar fe, cultura y vida. Acepta la Filosofía Marista, la asimila y transmite a través de la palabra y el ejemplo, se identifica con ella y con la institución a la cual representa.
El educador marista sigue el ejemplo de Jesús y de María, vive su vocación con espíritu de fe, trabaja profesionalmente con sentido apostólico, se compromete en el desarrollo integral del ser humano y revitaliza la comunidad educativa a la que pertenece con su aportación personal.
El educador marista acepta, vive y transmite los valores humanos y cristianos. Está comprometido en la transformación de la sociedad en la que vive, mediante la promoción de la justicia y de la paz, y asimila los valores culturales del medio en el que se desenvuelve.
El educador marista se entusiasma con su vocación y la considera como una expresión de fidelidad a Dios y de servicio al prójimo:
Ama a sus estudiantes porque “para educarlos bien hay que amarlos” (San Marcelino Champagnat).
Transmite, con su ejemplo y su palabra, el sentido de Dios y el valor del hombre, así como el amor y el respeto por todo lo que Dios ha creado.
Despierta, realza y promueve la fe en sus estudiantes y los conduce “a Jesús por medio de María» (San Marcelino Champagnat).
Mantiene relaciones estrechas con sus estudiantes; mediante la “pedagogía de la presencia” trata de influir en ellos más con el ejemplo que con la palabra.
Dialoga y crea un clima de confianza y fraternidad; promueve la responsabilidad de cada uno, los enseña a pensar, a enjuiciar los acontecimientos de cada día y los mantiene abiertos a la realidad de un mundo en constante mutación.
El educador marista es una persona bien preparada, tanto religiosa como profesionalmente. Vive en proceso de continua renovación; adopta los medios, métodos y técnicas más acordes con las necesidades del momento, siguiendo en ello la tradición legada por Marcelino Champagnat.
El educador marista no busca el protagonismo como medio de exaltación personal, sino que a ejemplo de María en su relación con Jesús, se pone con humildad y sencillez al servicio de sus alumnos, para lograr de ellos un desarrollo integral.
El educador marista demuestra inteligencia emocional.
El educador marista está implicado en el diseño, desarrollo y evaluación del Proyecto Educativo Institucional.
Unidad Educativa Fiscomisional Marista de Catacocha